El simbolismo de sus pinturas concede a las imágenes un cierto sentido espiritual
La obra figurativa y simbólica de los artistas Brigitte Szenczi y Juan Antonio Mañas, en la que plantean una reflexión sobre el oficio de pintor y el significado de la imagen, se da cita en la galería Alfredo Viñas, en una exposición que se inaugura este sábado bajo el título «Alegorías, enigmas y emblemas». Esta es la segunda exposición individual de la pareja en Málaga, después de la que presentaron en 1994 en esta misma sala. La muestra se inaugura el sábado, a las ocho de la tarde, y permanecerá abierta hasta el día 11 de noviembre.
La exposición se puede dividir en dos partes; en una se muestran cuadros de pequeño formato, los «emblemas», que vienen a ser el inicio de un gran proyecto en el que, a través de la pintura, Juan Antonio Mañas y Brigitte Szenczi tratan de representar la inteligencia, la acción, el sentimiento y el espíritu por medio de una especie de puzzle que presenta en el centro de la composición un laberinto, y un segundo apartado que recoge las alegorías y cuadros figurativos de gran formato.
Brigitte Szenczi nació en Budapest, Hungría, pero desde pequeña vivió en Paris, hasta que hace años se trasladó a Barcelona. En la capital catalana vive también Juan Antonio Mañas, aunque nació en Madrid. Sus exposiciones siempre han sido conjuntas. En ocasiones, explicaron, han desarrollado un mismo tema, y otras veces es la obra de ambos la que crea el trabajo en conjunto, siempre dentro de una línea figurativa-abstracta.
La pintura de Juan Antonio Mañas y Brigitte Szenczi ─ que también ilustran libros y suplementos culturales de periódicos ─ se puede encuadrar en la corriente figurativa, una pintura culta con referencias simbólicas y toques autobiográficos representados estos, en el caso de Szenczi, por la utilización de viejas fotográficas de su entorno familiar que, con la pintura, se transforman en una nueva imagen. En «Villa la Petite Sirène» evoca un espacio de fábula que bien podía ser un paisaje malagueño, o mallorquín, en el que aparece ella misma, de niña, y una tía, en un «Mediterráneo místico construido a partir de recuerdos sublimados», explicó.
La exposición, escribe el crítico Jaume Vidal, posee un punto de partida a partir del cual se organizan las preguntas y las respuestas, un cuadro muy ambicioso, «La vista, ¿o engañan las apariencias?», una obra que considera «va a quedar como la reflexión más importante sobre la imagen, realizada desde el propio ámbito de la pintura de final de milenio».
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