Galería Almirante
Almirante, 5, 1º. Madrid.
Europa antes de la tormenta
Están llenos de pasado estos nuevos cuadros de Brigitte Szenczi (Budapest, 1943) y Juan Antonio Mañas (Madrid, 1946), resueltamente autobiográficos y personales y sin embargo caracterizados por abundantes referencias culturales y algún eco de pinturas anteriores, de este siglo algunas de ellas. Pienso sobre todo en Balthus, por su aura de belleza enrarecida, y en De Chirico, por sus escenarios a veces melancólicos y su visión arqueológica y surreal. Pero también en el cuadro de Max Ernst Europa después de la lluvia, paisaje fósil y fantástico de una posguerra real. Faltaba dar imagen al antes de esa segunda guerra mundial ─ pero sobre todo europea ─ y esto es lo que ha hecho Brigitte Szenczi en sus pinturas y muy explícitamente en la titulada Antes de la tormenta.
Szenczi y Mañas trabajan y exponen juntos desde hace ya veinte años, aunque realizan sus obras y las firman por separado. Esta vez ha sido Szenczi quien ha iniciado la serie, titulada Paisajes de la memoria, y ello es lógico teniendo en cuenta que su trayectoria biográfica cruza Europa, a raíz de la guerra, desde Hungría hasta Barcelona.
Szenczi ha partido de la memoria fotográfica: fotos familiares de su padre, realizadas en los años treinta, recuerdos de excursiones y de viajes anteriores al inicio de la guerra. Primero le bastó traducir a la pintura esas imágenes, modificando detalles, inventando otros. Luego otros recuerdos se mezclaron a las imágenes fotográficas, y éstas se mezclaron entre sí, reuniendo en un solo cuadro escenas y momentos diferentes. Así, en el paisaje idílico de Antes de la tormenta, tres personajes comparten una placentera comida campestre, o más bien cena, en un atardecer de verano. Junto a ellos, sin embargo, hay árboles sombríos y un cuarto comensal: una estatua fragmentaria romana, ruina de una imagen de placer, imperial, petrificada y ya sin rostro. Al fondo, hay un camino que se aleja hacia el pasado, un extraño minitemplo que alberga a una figura oscura y un río que es el de la infancia de la artista, un Danubio en cuyo centro, sobre una isla minúscula, hay una casa precaria.
Parecidas escenas de armonía amenazada encontramos en Hungría, 1944 y en Les vertes années, mientras que en Las riberas de Europa la alegoría sobre la civilización ─ representada, con cierto sentido del humor, por unas mujeres en bañador ─ y la barbarie, parece referirse también a la guerra yugoslava. Finalmente, otros cuadros representan el paraíso perdido y quizá recobrable, con alusiones al budismo y el hinduísmo.
En las pinturas de Juan Antonio Mañas, las imágenes del pasado no aparecen amenazadas por la guerra, pero sí poseen parecidas resonancias míticas. Sus recuerdos de adolescencia tienen lugar en escenarios bañados por la luz de la ficción, ordenados por la arquitectura del ensueño. En Verano, por ejemplo, algunos gestos son cotidianos, pero casi todo lo demás es irreal: la extraña perspectiva vertical, la improbable arquitectura, las imposibles escalas y sobre todo esa luz que ha dibujado las figuras y bajo la cual la tierra tiene algo de fuego apagado y, a lo lejos, de lugar inmaterial.
Pocas veces la pintura ha logrado ser tan fiel a los mecanismos de la memoria, representando sus figuras y escenarios, traduciendo a su lenguaje ─ aquí figurativo ─ su «modo» hecho de orillas y fusiones entre edades y momentos diferentes. Pasado y presente, vida interior y exterior, se reúnen por ensueño en estos cuadros, iluminados, pero tal vez también heridos por una especie de visión arqueológica de la realidad, una visión armada de armonía y enemiga del olvido destructor.
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