Estamos en una época de egos enfermos, de figurones inflados de vanidad. Mucha gente quiere ser artista, director de cine o escritor, no porque tenga algo especial que expresar o decir, sino para hacer un poco el pavo (y el ganso, de paso).
Por esto abundan los directores de cine que van de autores aunque su principal aportación haya sido desaprovechar lamentablemente las buenas ideas de su ninguneado guionista, a quien la critica echará la culpa de casi todo.
En las artes plásticas, más allá de las parejas numereras como Gilbert & George, es infrecuente encontrar gente capaz de trabajar y exponer en equipo o en pareja. Lo de Brigitte Szenczi y Juan Antonio Mañas ya dura mucho más que lo de Lennon y McCartney, tal vez porque suelen firmar por separado. Su actual exposición en la sala Pares (tel. 93-318-70-20, de 1.200 a 9.600 €, hasta el 22 de octubre), indica que no van faltos de contenidos poéticos y filosóficos. Su pintura es alegórica, metarrealista y metafísica. Y sus cuadros recientes remiten al mito de Babel, a la unidad perdida. Muestran las ruinas de las construcciones del ser humano y su historia, representan la arquitectura del tiempo, y la extrañeza ante el mundo, ante signos o vestigios espectrales, que parecen separados de su origen.
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