Follies

Destino, enero de 1980

Autor: Jorge de Cominges

Se ha estado exhibiendo en «Dos i Una» – una tienda deliciosa en la que se venden originales objetos de artesanía y en cuyo «saloncito» se celebran asimismo exposiciones – durante el pasado mes de diciembre, una curiosa muestra denominada «Cine Follies». Estrellas, imágenes y escenas del cine en una serie de relieves y objetos insólitos que sintetizan de forma magistral lo que el cine ha supuesto (o sigue suponiendo) para cierta generación. Brigitte Szenczi y Juan Antonio Mañas han elaborado pinturas en relieve, bustos, lámparas o pequeños grupos escultóricos realizados en pasta de madera captando el embrujo del llamado séptimo arte en tres direcciones muy bien diferenciadas.

 

Los mitos

B. Szenczi hace un repaso a las figuras míticas de la pantalla que va desde el retrato en blanco y negro ligeramente en relieve (Gloria Swanson) hasta el busto en tres dimensiones (Mae West en «Es dificil ser divertida quan s’ha de ser neta») pasando por la semi-escultura coloreada y con «collage» de encaje negro (Marilyn). Es la diosa (Garbo), la vampiresa (Louise Brooks), el sexo en todo su esplendor (Jean Harlow) o la máxima ambigüedad (Marlene Dietrich). La mujer distante, soñada e inalcanzable. Algo en lo que soñar pero que nunca llegará a ser nuestro. Bellezas que permanecen en el tiempo y cuya única confrontación con la realidad ─ confrontación que puede ser cruel como la sufrida por el joven protagonista de «A la recherche…» cuando contempla a la Berma sobre un escenario recitando «Fedra» ─ son los reportajes fotográficos de las revistas del corazón, que jamás llegarán a alcanzar la fuerza magnética de las imágenes de una cinta. Personalidades en las que se basaba el «star system» de Hollywood, merced al cual se rehacían rostros y cuerpos ─ no hubiera sido imaginable, por aquel entonces, que físicos como el de Barbara Streisand o Bette Midler osarán aparecer ante una cámara sin ser antes modificados por los eficientes departamentos de maquillaje y cirugía estética ─ para mayor gloria de unos estudios todopoderosos dirigidos por auténticos tiranos L. B. Mayer e Irving Thalberg en M.G.M.; B. P. Shulberg en Paramount; Darryl Zanuck en 20th. Century Fox; Harry Cohn en Columbia; Jack Warner en W. Brothers que llegaban a llenar de micrófonos los vestuarios de sus artistas para poder mejor espiar sus intimidades y deslealtades. Estrellas que convirtieron en inolvidables determinadas secuencias de los films que interpretaron (y Brigitte Szenczi recoge también esta vertiente, recreando fotogramas de To have and have not o India Song) hoy ya verdaderas referencias culturales y sentimentales.

 

El espectáculo

Es corriente despreciar el género espectacular y en particular los «pastiches›› bíblicos de Cecil B. de Mille. Olvidando que se trata de un tema como cualquier otro, capaz de albergar en su seno obras tan distintas y estimulantes como Intolerancia, Cleopatra o Sansón y Dalila, se incurre en el mismo error que con el cine pornográfico queriendo redimir su supuesta maldad intrínseca con los eufemistas calificativos de artístico o erótico.

Juan Antonio Mañas, por su parte, subraya los aspectos más «kitsch›› de ese tipo de cine y confecciona grupos escultóricos ─ ‹‹La llama sagrada», «Sign of the pagan›› ─ semejantes a sofisticadas fallas californianas en las que aventajadas odaliscas se exhiben en lujosos lechos o fornidos esclavos luchan con feroces fieras. Topamos, pues, con la clásica ambigüedad del medio cinematográfico que permite varias lecturas (aptas, incluso, para públicos opuestos) como demostró ya en su día aquella pequeña joya que fue Corazón solitario de Paco Betriu. Circunstancia que favorece la aparición de cines de repertorio ─ el Céntrico es modélico en este sentido ─ en barrios populares, en los que el cinéfilo se codea con el espectador habitual de la vecindad que acude, puntual, a cada cambio de programa.

 

La vanguardia

Es el mismo Juan Antonio Mañas quien, cambiando por completo de clave, inicia unas interesantes variaciones ─ ‹‹La hipótesis del fotograma robado›› ─ en las que, partiendo de una imagen en blanco y negro de una película indeterminada, pone de relieve la revolucionaria expresividad de un sencillo plano. El encuadre y la iluminación cobran, entonces, su verdadero sentido y el cine alcanza su plena identidad. Campo experimental para todo tipo de vanguardias, su continua sucesión de imágenes permite jugar con luz, sonido y factores humanos de forma absolutamente fascinante. Fascinación que ha sido plasmada con envidiable sentido de la ironía por los antes citados artistas, Szenczi y Mañas, cronistas singulares de un mundo insólito.

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